En el prólogo escrito por Stefan Sweig a su ensayo Casanova, el escritor austriaco afirma que el mundo no ha logrado encontrar ninguna novela más novelesca que su vida, ni ningún personaje más fantástico que su fantástica figura. En sus memorias, tituladas Historia de mi vida, Casanova se erige como testigo de primera línea de su tiempo, que encarnó en sí mismo el espíritu de toda una época y fue diplomático, espía, duelista, alquimista, filósofo, escritor, violinista, políglota, inventor, bibliotecario, estafador, prófugo, creador de la lotería en Francia y gran seductor de mujeres. Ha pasado a la historia como un gran amante, alguien con un encanto peculiar y especialista en el arte de la seducción, que sin hacer falsas promesas de amor logra ver rendida a sus pies a toda mujer que se proponga conquistar. Pero Casanova fue mucho más, Zweig le hace justicia al gran narrador que le ganó la batalla a la posteridad contando sus memorias en un fresco impresionante cuajado de aventuras que harían palidecer al más rebuscado personaje de la ficción.