Mientras contemplaba los restos carbonizados amarrados a una cruz de San Andrés, el coronel de la Guardia Civil Indalecio Pulido se dijo: ¡¡¡Vaya burrada, tres muertos!!! Allá arriba, en la montaña del Monsacro, aún desconocía que habría de enfrentarse a la neblina del odio del siglo XX: un reguero de venganza, derrota y muerte.La retahíla de crímenes había comenzado en la calle del Rosal de Oviedo durante la gripe de 1918. Las indagaciones le llevarán a episodios asesinos de la guerra civil y del París ocupado por los nazis. Se enfrentará a brutalidad soviética en Leningrado bajo el aliento de Lavrenti Beria, el sádico y miedoso jefe del NKVD que no viviría para ver a sus sicarios pasarse a la KGB.«Para resolver esto tendrás que volver al principio», le insinuó Esaú el Joven: nuestros muertos.El coronel Pulido regresó a la vieja casa donde todo empezó. 10