«Nanas lésbicas no son relatos de amor romántico, puede decirse con alegría que son frívolos, concretos y estimulantes. () Son sin embargo historias tiernas, no exhibe la crudeza del sexo-combate, el factor agresión que presenta habitualmente la pornografía, de mirada machista, no hay insultos, desprecios, provocaciones soeces, mal rollo, describe encuentros jugosos, diferentes ángulos desde los que obtener esa comunicación placentera, excitante, emocionante, fugaz pero con calidad de vida. Presenta un modelo quizás fantástico, o alguien dirá que fantasioso, pero al fin y al cabo una de las funciones de la literatura es la de proyectar la fantasía, la de mostrar, imaginar, incitar a construir la vida. ()Es un canto, como no, al amor lésbico, es hora de que las mujeres nos amemos, nos gustemos, sepamos acariciarnos y darnos placer, es hora de que las mujeres apostemos por la felicidad frente al sacrificio que tan permanentemente la cultura desde el poder ha tratado de inculcarnos, y no sin éxito». (Elvira Siurana, fragmento del prólogo)