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A lo largo de Farruto, el demonio que toca el clarinete nos encontramos con una obra literaria que se despliega en múltiples dimensiones, desafiando cualquier intento de definirla de manera convencional. Es innegable que esta narrativa es una metaficción autorreferencial. Desde su origen con la llegada del demonio Farruto, el narrador de la historia, hasta la muerte del escriba en el Ahora y su tránsito a Siempre.Durante la narración de la historia ambos la interrumpen para debatir sobre estrategias narrativas, insertando referencias, lenguaje y personajes anacrónicos que contribuyen al juego metanarrativo. Este constante cuestionamiento de los límites entre la ficción y la realidad crea el escenario ideal para explorar disquisiciones filosófico-teológicas, y la psicología de los personajes, tanto los humanos como los animales y también los fantásticos.Estamos ante un libro tan polifacético que seguramente alguna de sus facetas te cautivará. Esta estupenda composición rebosa de aventuras, saltos en el tiempo y en la geografía, y de vivencias que te encogen el corazón o te saltan la risa y te dejarán con los ojos abiertos, ansioso por la siguiente, mientras exploras los paisajes y gastronomía de los caminos y la historia del momento.La sonoridad y las imágenes te mantendrán absorto en el relato.Los animales parlantes adquieren un papel vital en esta historia, desde las luciérnagas hasta el monstruo del lago creado a partir del cieno. Cobran vida de manera tan vívida que el libro sería inconcebible sin su presencia.Desde intrigas divertidas hasta tremendos dramas, esta obra abarca todas las facetas del ser humano, sin duda dejando una huella profunda en los lectores.Los personajes revelan su esencia humana a lo largo de la narración, permitiendo al lector disfrutar de este libro de aventuras a través de la lente de la experiencia humana de cada uno de ellos.¡Buen viaje!
