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Ponemos en las manos de los investigadores de la conducta -psicólogos, filósofos, científicos y ciudadanos- un antimanual accesible sobre el comportamiento, que rompe de una vez por todas con la psicología. Hace ya más de un siglo, lo intentaron sin éxito los primeros conductistas. El conductismo, que presentamos como conductología, nos muestra cómo se efectúan a cada paso los condicionamientos en todas las sociedades y épocas, pero también nos da pistas de cómo pueden contracondicionarse muchas conductas, acaso perjudiciales. El desprecio y el miedo irracional al conductismo han provocado un desconocimiento peligroso, que nos pinta una caricatura vergonzante de su figura.Para observar nuestra acción, debemos tener una sagacidad mayor que la de los detectives Sherlock Holmes o Hércules Poirot, cuyos sospechosos siempre rondan alrededor. Nuestro ensayo desborda a los sujetos, porque se abre a una perspectiva filosófica sistemática y opta por el compromiso político ante las instituciones. La medicina y la psiquiatría se han de ver notablemente incómodas porque resurge con fuerza la competencia del conductismo. En todo caso, jamás podemos dejar de lado nuestra condición histórica, sin la cual es inviable explicar nuestro proceder actual. Los historiadores de la ciencia, en sus rigurosos manuales, y los filósofos, en sus sesudos tratados, parecen desentenderse del conductismo porque a los primeros su método les parece insuficiente y a los segundos, superficial. La concepción espiritualista aún pesa demasiado en los programas de estudio. Abandonar la psicología por el conductismo no supone despreocuparse de los seres humanos. Por el contrario, conlleva una mayor atención a las condiciones sociopolíticas que los determinan. Los conductistas pueden intervenir en la política y -en caso de no hacerlo- otros lo seguirán haciendo sin sonrojo en su lugar.Los conductistas no entrarán nunca en el juego de las mentes. Tienen ante sí el mundo por delante. “Desnudar la conducta” implica destapar las imposturas e, incluso, denunciar nuestra propia “mala fe”. La mayor parte de las creencias de los sujetos operantes son míticas y, ante esto, la ciencia behaviorista debe ser enseñanza inexcusable en la formación cívica. Esta obra fulmina de raíz los misterios de la voluntad, la mente, la personalidad, la inteligencia y otras concepciones precientíficas, que nos han apartado de las variables moldeadoras en los decisivos controles de nuestra conducción “más allá de la libertad y de la dignidad”. 10